El sangriento ataque de la organización Hamas contra Israel el 7de octubre promovió aquí una comparación insistente entre ese grupo y sus metodologías con la extinta banda terrorista ISIS, la que cortaba cabeza en la televisión.
La semejanza la planteó inicialmente el primer ministro Benjamín Netanyahu sosteniendo que como se logró fulminar a una se lo podrá hacer con la otra. Y por el mismo camino avanzó el presidente norteamericano, Joe Biden.
El trasfondo es la brutal carnicería que los comandos de Hamas produjeron con los civiles en las aldeas vecinas a la Franja de Gaza, que fueron desnudados, quemados, terriblemente atormentados antes de ser asesinados, incluso niños y hasta los animales domésticos de las casas.
Esa comparación incomoda a la dirección de la organización palestina que siempre buscó exhibir un supuesto alto nivel político y acaba de liberar a dos de los 200 personas que secuestró en aquel demencial operativo con el argumento improbable de discutir esa imagen que se le endilga.
Según los expertos, el ISIS nunca se desentendió de las masacres abrumadoras que cometió en su tres años de vigencia, ni afirmar que fueron cometidas por civiles y no por sus milicias, como propalan los jefes de Hamas, entre ellos el subjefe de la organización, Saleh al-Arouri. Los videos y los testimonios directos desmienten esa estrategia que se conectaría con el impacto mundial que ha tenido este suceso y la durísima represalia israelí.
Académicos como Harel Chorev, investigador de la sociedad y la política palestinas en el Centro Moshe Dayan, citado por Haaretz, marcan otros aspectos importantes de estas semejanzas. Sostiene que el “final de la historia para ellos es la destrucción de Israel, su ideología es islamo-fascista”.
Hamas gobierna Gaza desde mitad de la década del 2000 con métodos autoritarios y sin autorizar objeciones. Pocos dias antes de la matanza en Israel, reprimió a palazos a un pequeño grupo que se atrevió a reprochar en las calles los desastres de su gobernanza en la Franja.
Un ultra apodado Maradona
Las diferencias entre los grupos son también importantes. Hamas es un partido político ultraislámico con rama militar, sunnita pero aliado íntimo de Irán, la catedral del shiismo. El régimen de los ayatollahs ha sido un furibundo enemigo del ISIS y de su antiguo padrino, la red Al Qaeda, que consideraba satánica e incluso en su momento reveló a EE.UU. los blancos de ese grupo para su eliminación.
Las siglas significan Estado Islámico de Irak y Siria, aunque también usaba el acrónimo ISIL por Levante. Nació con otro nombre en 2003 en Irak, como una de las tantas formaciones fundamentalistas que reaccionaron a la invasión norteamericana a ese país. EE.UU. tras derrocar a Saddam Hussein, disolvió el ejército y muchos de sus efectivos bien entrenados incluso por Washington, cuando el dictador era un aliado de Norteamerica, se sumaron a estas organizaciones fanáticas.
La organización era un desprendimiento de Al Qaeda y logró fama por su táctica de decapitar a rivales políticos y enemigos. El jordano que conducía ese grupo incipiente fue ultimado por una patrulla norteamericana.
Acabó tomando su dirección un ex preso en la cárcel estadounidense de Camp Bucca en Irak, el clérigo Abu Bakr al Baghdadi, un fanático del futbol, apodado Maradona en la prisión, quien adoptó el nombre del suegro del profeta, anticipando de ese modo la altura de sus ambiciones.
El ISIS ganó poder en un Irak en plena guerra civil con las nuevas autoridades shiitas, el credo mayoritario en el país, y también muy cercanas a Irán. En ese ambiente de anarquía hubo una brutal cacería de todo lo sunnita, la minoría que encabezó Saddam y que había mantenido a raya a sus rivales exterminándolos con las armas químicas que le entregaba EE.UU.
Pero el auge principal de esta organización se produjo años después cuando reapareció en 2011 con enorme poder económico en el apogeo de la llamada Primavera Árabe, un fenómeno republicano en el norte de Africa que liquidó una dictadura tras otra en demanda de mejoras sociales y democracia.
La teoría es que el ISIS se convierte en una banda mercenaria financiada por las grandes fortunas árabes con dos objetivos principales: concentrarse en atacar blancos iraníes, incluso sus mezquitas, debido a que la teocracia de Teherán se había fortalecido en Siria apañando al régimen de Bashar al Assad, fortalecido en Irak por la caída de Saddam y en Líbano con su potente aliado Hezbollah. Es decir llegando al Mediterráneo, una expansión que enfermaba a estructuras como el reino de Arabia Saudita o los Emiratos.
Contra la democracia
El otro propósito, era claramente frenar cualquier posibilidad de crecimiento republicano y demandas democráticas. Por eso buscaba ganar el poder en Siria, anulando la rebelión cívica en ese país y, de paso, amputando el patio trasero a Irán.
El ISIS creó un califato, una maca que ni Osama Bin Laden se atrevió a cruzar y formó un virtual estado entre Irak y Siria, con su principal capital en la iraquí Mosul y la segunda metrópoli en la siria Raqqa. Se hicieron famosos en las redes decapitando periodistas y asistentes humanitarios, reescribiendo el Corán a su gusto, aceptando violaciones incluso de niños y combatiendo también al pueblo Kurdo para beneficio de la autocracia turca.
En 2015 cuando entra Rusia en la guerra de Siria y consolida el mapa a favor de Damasco y de Irán, el ISIS ya no era necesario para sus patrocinadores y tiempo después se fue extinguiendo hasta la eliminación de Abu Bakr.
La historia de Hamas es diferente. Es un desprendimiento de los Hermanos Musulmanes, una cofradía sunnita nacida a comienzos del siglo pasado que no es terrorista, sino más bien políticamente calculadora. Es en los años 90 que la dirigencia de Hamas comienza a impulsar atentados suicidas en Israel para ganar poder interno, enfureciendo al legendario líder palestino, Yaser Arafat, que los trata de terroristas y ordena encarcelar a decenas de sus milicianos.
Esta historia de espejos añade otra grave dimensión ahora que se plantea la eliminación de Hamas en su territorio y los costos que semejante operación puede suponer. El politólogo y analista David French en The New York Times, señala que existe un modelo de victoria israelí en Gaza, aunque los desafíos son gigantes.
La batalla de Mosul
Recuerda que en el otoño de 2016, una tropa de 100.000 soldados iraquíes se concentró en las afueras de Mosul decidida a fulminar al ISIS en su principal capital, una ciudad enorme, la segunda de Irak en tamaño, densamente poblada con más de un millón de habitantes.
“Para agravar el problema, la población civil permaneció en gran medida en la ciudad y el ISIS –como ahora Hamas– no tenía ningún deseo de facilitar una evacuación civil”, afirma. La de Mosul posiblemente fue la batalla urbana más grande y mortífera desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Fue sangrienta, pero acabó con éxito. Los soldados iraquíes, apoyados por el poder aéreo estadounidense, combatieron nueve meses, mataron a miles de combatientes de ISIS, hubo también miles de bajas iraquíes y una montaña de 11.000 muertos civiles. Y el ISIS comenzó a morir. Poco después era expulsado también de Raqqa, en otra tremenda batalla. Fue el final. Vale preguntarse si es en ese mapa donde mira hoy el ejército israelí.